Desde hace algunas semanas, es
muy notoria, en algunos medios,
especialmente , digitales o a través de las redes sociales la actitud de
pretender comparar al actual pontífice Francisco, con su predecesor Benedicto
XVI, lo cual realmente no es algo nuevo sin embargo considero “tiene más de
maliciosa que de analítica”. Esta una
acción que viene desde hace mucho tiempo inclusive quizás dentro de la misma
iglesia. Algunos hasta son capaz de
catalogar como exageradas las actitudes sencillas del papa francisco o por otra
parte, quieren hacer ver a Benedicto
como alguien que vivió durante su
pontificado, en medio de la opulencia y lujos.
La renuncia de Benedicto ha
estado matizada con una serie de especulaciones carentes de fundamentos. Por otra parte la actitud sencilla de
francisco, también es capaz de generar “ciertas dudas”. Se ataca a Benedicto
por haber usado zapatillas rojas y otras vestimentas propias de su investidura. La actitud de Francisco de romper muchas
veces el protocolo y rechazar usar indumentaria “especial” también genera dudas
sobre la franqueza de sus actos.
Ante todo esto cabe decir que;
cada persona es única y por lo tanto merecer ser valorada de manera objetiva y
no por lo que pueda diferenciarlo de sus predecesores. Es una actitud innecesaria y quizás hasta
malintencionada la que se pretende hacer al querer colocar a los dos o incluso
los tres últimos pontífices bajo una lupa, ya que cada uno ha sobresalido de
una forma muy particular y ha dejado profundamente marcada su huella en la
iglesia católica.
Juan pablo II se caracterizó por
su gran carisma y sencillez así, mismo por la ternura que irradiaba con su
presencia. Acercó a la iglesia a todos los pueblos dejando su marca imborrable en el mundo contemporáneo y
bajo ninguna circunstancia hace deslucir
a la profundidad teológica de Benedicto quien además demostró su humildad y
valentía al renunciar afirmando que fue una decisión.“muy difícil” pero “la
mejor” para la Iglesia Católica.
Francisco por su parte su actitud caracterizada por la
sencillez, no minimiza ni oscurece el
actuar de su predecesor. Su pensamiento principal se enfoca en la pobreza de
Cristo que fue pobre y su entorno eran los necesitados, marginados y desposeídos.
Cada pontífice en su contexto histórico, ha llenado de
bendición y sabiduría a la iglesia mediante la esperanza, la fe y la caridad,
virtudes teologales que han quedado impregnadas hoy más que nunca en la misión
evangelizadora encomendada por Cristo hace más de dos mil años.